Posteriormente, salimos en dirección al Puerto de montaña de La Braguía a 720 m. de altitud. Desde aquí se ven unas espectaculares vistas del valle con sus cabañas pasiegas.
No podíamos desaprovechar la oportunidad de hacernos unas fotos de grupo, aunque “los niños con los niños y las niñas con las niñas”
Llegamos a las Cabeceras de Selaya donde comienza la ruta PR.S68. Allí nos encontramos con un grupo de compañeros de Soria, que ya el año pasado habían compartido ruta en Valdivieso y que nos acompañaron nuevamente en esta ruta.
Mientras se fueron a dejar uno de los coches en Selaya, se prepararon los bocadillos. Tiempo también para fotos. En una ladera estaba un pasiego segando, aprovechando el buen tiempo, así como una pequeña cabra comía tranquilamente. Estaba situada allí una pequeña ermita muy antigua.
Abriendo y cerrando verjas.
Fernando indicando el camino a seguir.
Con el camino a veces embarrado
Al llegar a un claro se veía al fondo Los Picones de Sopeña.
Atravesamos un pequeño ríachuelo y nos encontramos con un gran perro, cuyos dueños descansaban tranquilamente en la sombra.
Tocaba ahora subir una pendiente empedrada y húmeda. Aguardamos un rato a la sombra para reunir al grupo. Mientras, a los lejos, vimos a dos pasiegos segando pasto.
A continuación, tuvimos que descender hasta llegar a un riachuelo que había que cruzar en medio de las piedras.
Seguimos entre piedras y barro hasta llegar a un rellano, donde los sorianos nos obsequiaron con unas picotas.
Después de descansar un poco, continuamos el pateo con el sol dándonos de lleno. Ahora veíamos el valle desde otro ángulo. Por fin encontramos de nuevo la sombra de los árboles y una cabaña en plena reconstrucción.
Seguimos hasta un claro, para llegar a una carretera. Descendemos un gran trecho por la misma, con calor, y el alquitrán del asfalto derritiéndose. Finalmente llegamos a una verja de madera por la que seguimos a su izquierda, cambiando la panorámica de Los valles. Comenzamos a descender en medio de helechos, para llegar a la sombra y sentarnos a comer que bien merecido que lo teníamos. Se puso un muestrario de queso, chorizo, pella de gofio, vino y gofio, que se comió con gran avidez
Continuamos la marcha y ahora tocó ver a una vaquita toda llenita de moscas ¡pobrecita
Con un fuerte sol, de mediodía, seguimos ascendiendo para desviarnos a la izquierda por un camino todo enfangado que nos llevó a un pequeño riachuelo. ¡Allí fue la explosión de júbilo! Como niños, se metieron en el río para refrescarse y jugar con el agua, bajo la atenta mirada de Fernando y Yuli que observaban felices como los demás se divertían.
Al salid de allí encontramos un chorro de agua potable, que se aprovechó para llenar cantimploras.
Por fin encontramos la carretera de Bustantegua y mientras unos fueron a buscar los coches, otros nos tendimos debajo de un árbol. Después de un largo rato, nos comunican que no pueden recogernos ya que estaba la carretera cortada por una carrera de coches. Con el cuerpo más descansado seguimos carretera abajo.Vimos como las chicas también tienen que segar el pasto.
Llegamos a una curva en la que no podíamos seguir porque pasaba por allí la carrera
Tomamos la situación como una anécdota más del día y nos subimos en la escalera exterior de una casa, desde donde nos sentamos a la sombrita a ver correr los coches.
Desde que se nos comunicó que podíamos pasar,seguimos pateando hasta llegar al punto en que nuestros compañeros nos esperaban con los vehículos para seguir hasta Selaya.
En la cafetería del Hostal El Macho, organizamos nuestro tenderete, con la comida que llevábamos, incluyendo la fresca cerveza del bar-cafetería.
Después de hacer unas fotitas del lugar, nos despedimos de nuestros compañeros sorianos, con el
deseo de vernos nuevamente.
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